Hilando el tiempo, tejiendo memorias


Elvira Espejo en su libro “YANAK UYWAÑA La crianza mutua de las artes” introducía el concepto de la crianza mutua como una relación recíproca y activa entre los seres humanos y el mundo que los rodea. Según ella, esta relación no se trataría de un vínculo de dominación o explotación, sino de cuidado mutuo: así como las personas cuidan a la tierra, los animales o los ríos, estas a su vez son también cuidadas y criadas, proporcionándoles sustento, conocimiento y bienestar.

Es a través de esta agencialidad y relación con el mundo que podemos partir hacia una exploración conjunta sobre el trabajo de Andrea Tapia y Liz Quispe Cárdenas, dos artistas que proponen diferentes acercamientos al textil y sus procesos, los cuales responden a sus propias inquietudes respecto a sus identidades, historias, y visión del mundo, guiadas por la cosmovisión andina y un constante cuestionamiento ontológico del textil el cual nos invita a reflexionar sobre otras formas de habitar el mundo.

COLECTIVIDAD Y RESISTENCIA

El primer piso de la galería alberga una instalación de la artista Andrea Tapia con las obras Takyay I, II, y III, tres cuerpos tejidos que contienen piedras en su interior. Estas piezas toman su forma e inspiración de las shicras, cimientos hechos con fibras vegetales que servían para absorber y dispersar la energía sísmica. Es a partir de estos cuerpos que Tapia nos propone dos acercamientos al nudo: el primero como un registro de contabilidad donde cada nudo representa una unidad, y el segundo como función utilitaria de sostener el peso mediante la acción colectiva. Asimismo, la fibra vegetal ha sido teñida con flor de Jamaica —usada como planta medicinal para sanar el cuerpo y aliviar los males— dándole a estos cuerpos un color rojizo que visualmente evoca a órganos de seres vivos.

Tapia nos invita a reconsiderar nuestras nociones de convivencia y cómo los problemas pueden ser sobrellevados mediante el apoyo conjunto. Las piezas de Takyay — que en quechua quiere decir quedarse, mantenerse, poner firme o en equilibrio— son transfigurados no solo en cuerpos en tensión permanente sino también en cimientos vivientes: soportes físicos y emocionales que resisten la fragmentación, la soledad, y el olvido, problemas cotidianos en nuestro mundo contemporáneo.


FIBRAS VITALES

El conjunto de piezas que acompañan la instalación de Tapia son investigaciones técnicas y plásticas que funcionan como un diálogo íntimo con la artista. Ella forma vínculos mediante el largo proceso repetitivo y minucioso del tejido a mano cuyo resultado son formas irregulares de aspecto casi biológico que continúan con su exploración del tejido como presencia viva.

Si Deleuze nos proponía pensar la vida como una fuerza inmanente, sin jerarquías ni principios externos que la justifiquen5, las artistas Andrea Tapia y Liz Quispe Cárdenas nos invitan a reflexionar en la fuerza vital inherente que contiene cada objeto, desdibujando la tradicional separación occidental entre el mundo humano y el no-humano6. Esta visión compartida encuentra forma en Pensamiento Textil, entrelazada de manera irregular con materiales usados en conjunto por ambas artistas. Para ellas, la imagen de la raíz funciona como conexión entre su mundo interno —encarnado a través de sus memorias, relaciones e historias personales— y el externo —encarnado en los atributos físicos los materiales que utilizan para la elaboración de cada pieza en la exhibición. ¿Qué significa para las artistas hilar una historia en común aún con las individualidades de cada una? ¿Qué vínculos se hacen palpables en los materiales que ellas utilizan?

MEMORIA Y RECUERDO

Según la tradición andina todo lo que existe en el mundo —desde las montañas, los ríos, las piedras, el sol, la luna, las plantas, hasta los animales— contiene una esencia viva y una agencia interrelacionada a todos los demás seres. Esta característica vital atribuida al mundo les otorgaría a los objetos la capacidad de heredar, contener, y crear memoria.

Reconociendo esta relación de interdependencia, la artista Liz Quispe Cárdenas aborda y resignifica la memoria familiar desde la materialidad de sus fibras, trabajando con dibujos basados en su archivo fotográfico y la metáfora de la montaña.

Su instalación Yuyay existe como una interrelación de todos estos vínculos —o tramas— de la artista, personificándose en forma de montaña tejida con diversas fibras (entre ellas distintos tipos de soga, lanas y alambres) y que mediante una abertura invita al espectador a ubicarse físicamente en su interior. Por otra parte, los dibujos con tejido responden a un desglose de estos estratos: la artista reemplaza mediante fibras la piel expuesta de sus familiares retratados. Ella resalta las individuales de cada uno de sus vínculos al representarlos con una trama en particular. Para la artista, esta mirada al pasado (ñawpa pacha) toma gran importancia para develar significados a sus recuerdos y navegar el futuro.

César Augusto Ramírez
Febrero 2025


Fotografías: Héctor Delgado

© paseolab